El Sagrado Profeta (asws) ha
dicho que Allah-swt- nos dice: “Declararé la guerra a los que toquen a quienes
amo”. Los Awliya Allah. Los Amigos de Allah. Él dice: “Declararé la guerra a
esa persona (que se atreve a tocar a mis
Awliya)”. Si un hombre se sienta y piensa sólo un momento “¿Cuál es el
significado de que Allah me declare la guerra?” ¡Uff! Tu declaración de guerra
hacia Allah no es lo mismo que Allah te declare la guerra a ti. Un niño le
puede decir a un luchador: “Te estoy declarando la guerra”. El luchador no va a
tomarlo en cuenta ni a él ni a sus palabras. Un hombre débil puede decir “Estoy
declarando la guerra”, o una nación débil puede decir “Estoy declarándote la
guerra” a una gran nación poderosa. La gran nación poderosa dirá: “No te tengo
en cuenta. Puedes decir todo lo que quieras, no voy a mover un dedo. Puedes
declarar toda la guerra que quieras”. Pero si esa gran nación dice: “Te estoy
declarando la guerra”, ¿qué le sucederá a la (nación) pequeña?
Esto no es ni siquiera un
ejemplo cercano de lo que estamos diciendo. Allah-swt- dice: “Cualquiera que
toque a aquellos que amo, les declaro la guerra”. Por Su declaración de guerra
sus vidas se están desmoronando las 24 hs. del día, pero aún no lo están
entendiendo. Por lo tanto, no es demasiado inteligente tocar a quienes Allah
ama. Si no sabes quienes son, allí hay uno (Sheykh
Effendi señala una fotografía de Sheykh Mevlana Nazim en la pared). Él
siempre está sonriendo; pero cualquiera que lo toque, Allah le declarará la
guerra a quien se atreva. (Si ellos tocan)
a cualquiera que se esté aferrando con fuerza a ese, la guerra aún llegará para
ellos porque él está representando a ese Santo. Cuando se te ha dado cierto
permiso (para representar) estás bajo
protección.
Hubo una vez un derviche que
fue al barbero. Se quitó su turbante y dijo: “Afeita mi cabeza”. El barbero
comenzó a enjabonar y afeitar la cabeza. Cuando la mitad ya estaba completada y
la otra mitad aún tenía gran cantidad de jabón, otra persona entró a la
barbería. Parecía una persona muy fuerte, un tipo rudo y tosco. Se acercó a la
silla, golpeó la cabeza calva del derviche y le dijo: “Hey, cabeza de calabaza,
quítate de allí. Primero él debe arreglar mi cabello”. El barbero era un hombre
pequeño, por lo que no pudo enfrentarlo ni decir nada. El derviche también era
un tipo mas bien pesado (fuertemente constituido), pero era humilde. Por lo
tanto, lo miró y dijo: “Como quieras, majestad”. Se levantó y se sentó en otra
silla con la mitad de su cabeza enjabonada y la otra mitad limpia. El otro
vestía buenas ropas. Se veía como alguien adinerado. Decía: “Corta mi cabello
así, haz esto, haz aquello”, y el barbero lo hacía, pero estaba a disgusto con
lo que el hombre había hecho con el derviche.
Luego de terminar, pagó al
barbero con orgullo y pasó cerca de la puerta donde el cabeza de calabaza
estaba sentado esperando. Fue hasta él, golpeó nuevamente su cabeza calva del
lado que estaba afeitada y dijo: “Cabeza de calabaza, has sido muy listo al
levantarte de esa silla. Si hubieses dicho “No puedo”, entonces te habría
quebrado esta cabeza de calabaza que tienes”. El derviche dijo: “Si, majestad.
Sí que lo habrías hecho. Yo no tengo asuntos pendientes. Soy un derviche. Puedo
esperar. Tú debes estar muy ocupado, con prisa, yendo hacia algún sitio. Por lo
tanto, te di la silla”.
Aquél no entendió demasiado las
palabras del derviche. Luego salió, montó a su caballo, partió con ligereza, y
en el interior del negocio el barbero resopló diciendo al derviche: “¿Qué clase
de idiota eres? ¡Primero te increpó, te levantaste de tu silla, le cediste tu
derecho, luego te dice esto y tú dices “Si, majestad”! ¡Pareces fuerte como él,
sin embargo, qué persona cobarde eres!”. El derviche replicó: “No, no tengo
apuro. No voy a ningún lado. Soy un derviche. Estoy esperando mi momento para
partir de este mundo. El hombre debe tener prisa”. El barbero preguntó: “¿Qué
quieres decir”. Contestó: “No lo sé. Ya lo veremos”.
Mientras estaban hablando, el
caballo dio toda una vuelta y llegó frente a la barbería nuevamente. El hombre
se había caído del caballo. Su pie quedó atrapado en el estribo y el caballo lo
arrastró por todo el pueblo; y la cabeza que el barbero había arreglado tan
bellamente ahora estaba destrozada. Llegó frente a la barbería y fue soltado.
Fue una Orden Divina. Por esto, cayó justo frente a la barbería. El barbero
corrió hacia afuera, todos corrieron afuera y el derviche permaneció
cómodamente sentado sin mirar. El barbero observó y exclamó: “¡Este es el
hombre que temprano estuvo aquí!”. El barbero comprendió, miró al derviche y
dijo: “Tu eres algo más. Has puesto una maldición sobre él”. El derviche dijo:
“No me fastidies ahora. Yo no he dicho nada. No he puesto ninguna maldición
sobre él. ¿Pero acaso no lo ves? Al Dueño de este cabeza de calabaza no le
agradó lo que ese le hizo a este cabeza de calabaza. Él es Quien lo ha
castigado, no yo. No me culpes a mí”.
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