lunes, 2 de abril de 2012

El Amor de Allah-swt- por Sus Awliya: el Derviche, el Barbero y el Arrogante

Bismillahi Rahmani Rahim

El Sagrado Profeta (asws) ha dicho que Allah-swt- nos dice: “Declararé la guerra a los que toquen a quienes amo”. Los Awliya Allah. Los Amigos de Allah. Él dice: “Declararé la guerra a esa persona (que se atreve a tocar a mis Awliya)”. Si un hombre se sienta y piensa sólo un momento “¿Cuál es el significado de que Allah me declare la guerra?” ¡Uff! Tu declaración de guerra hacia Allah no es lo mismo que Allah te declare la guerra a ti. Un niño le puede decir a un luchador: “Te estoy declarando la guerra”. El luchador no va a tomarlo en cuenta ni a él ni a sus palabras. Un hombre débil puede decir “Estoy declarando la guerra”, o una nación débil puede decir “Estoy declarándote la guerra” a una gran nación poderosa. La gran nación poderosa dirá: “No te tengo en cuenta. Puedes decir todo lo que quieras, no voy a mover un dedo. Puedes declarar toda la guerra que quieras”. Pero si esa gran nación dice: “Te estoy declarando la guerra”, ¿qué le sucederá a la (nación) pequeña?

Esto no es ni siquiera un ejemplo cercano de lo que estamos diciendo. Allah-swt- dice: “Cualquiera que toque a aquellos que amo, les declaro la guerra”. Por Su declaración de guerra sus vidas se están desmoronando las 24 hs. del día, pero aún no lo están entendiendo. Por lo tanto, no es demasiado inteligente tocar a quienes Allah ama. Si no sabes quienes son, allí hay uno (Sheykh Effendi señala una fotografía de Sheykh Mevlana Nazim en la pared). Él siempre está sonriendo; pero cualquiera que lo toque, Allah le declarará la guerra a quien se atreva. (Si ellos tocan) a cualquiera que se esté aferrando con fuerza a ese, la guerra aún llegará para ellos porque él está representando a ese Santo. Cuando se te ha dado cierto permiso (para representar) estás bajo protección.

Hubo una vez un derviche que fue al barbero. Se quitó su turbante y dijo: “Afeita mi cabeza”. El barbero comenzó a enjabonar y afeitar la cabeza. Cuando la mitad ya estaba completada y la otra mitad aún tenía gran cantidad de jabón, otra persona entró a la barbería. Parecía una persona muy fuerte, un tipo rudo y tosco. Se acercó a la silla, golpeó la cabeza calva del derviche y le dijo: “Hey, cabeza de calabaza, quítate de allí. Primero él debe arreglar mi cabello”. El barbero era un hombre pequeño, por lo que no pudo enfrentarlo ni decir nada. El derviche también era un tipo mas bien pesado (fuertemente constituido), pero era humilde. Por lo tanto, lo miró y dijo: “Como quieras, majestad”. Se levantó y se sentó en otra silla con la mitad de su cabeza enjabonada y la otra mitad limpia. El otro vestía buenas ropas. Se veía como alguien adinerado. Decía: “Corta mi cabello así, haz esto, haz aquello”, y el barbero lo hacía, pero estaba a disgusto con lo que el hombre había hecho con el derviche.

Luego de terminar, pagó al barbero con orgullo y pasó cerca de la puerta donde el cabeza de calabaza estaba sentado esperando. Fue hasta él, golpeó nuevamente su cabeza calva del lado que estaba afeitada y dijo: “Cabeza de calabaza, has sido muy listo al levantarte de esa silla. Si hubieses dicho “No puedo”, entonces te habría quebrado esta cabeza de calabaza que tienes”. El derviche dijo: “Si, majestad. Sí que lo habrías hecho. Yo no tengo asuntos pendientes. Soy un derviche. Puedo esperar. Tú debes estar muy ocupado, con prisa, yendo hacia algún sitio. Por lo tanto, te di la silla”.

Aquél no entendió demasiado las palabras del derviche. Luego salió, montó a su caballo, partió con ligereza, y en el interior del negocio el barbero resopló diciendo al derviche: “¿Qué clase de idiota eres? ¡Primero te increpó, te levantaste de tu silla, le cediste tu derecho, luego te dice esto y tú dices “Si, majestad”! ¡Pareces fuerte como él, sin embargo, qué persona cobarde eres!”. El derviche replicó: “No, no tengo apuro. No voy a ningún lado. Soy un derviche. Estoy esperando mi momento para partir de este mundo. El hombre debe tener prisa”. El barbero preguntó: “¿Qué quieres decir”. Contestó: “No lo sé. Ya lo veremos”.

Mientras estaban hablando, el caballo dio toda una vuelta y llegó frente a la barbería nuevamente. El hombre se había caído del caballo. Su pie quedó atrapado en el estribo y el caballo lo arrastró por todo el pueblo; y la cabeza que el barbero había arreglado tan bellamente ahora estaba destrozada. Llegó frente a la barbería y fue soltado. Fue una Orden Divina. Por esto, cayó justo frente a la barbería. El barbero corrió hacia afuera, todos corrieron afuera y el derviche permaneció cómodamente sentado sin mirar. El barbero observó y exclamó: “¡Este es el hombre que temprano estuvo aquí!”. El barbero comprendió, miró al derviche y dijo: “Tu eres algo más. Has puesto una maldición sobre él”. El derviche dijo: “No me fastidies ahora. Yo no he dicho nada. No he puesto ninguna maldición sobre él. ¿Pero acaso no lo ves? Al Dueño de este cabeza de calabaza no le agradó lo que ese le hizo a este cabeza de calabaza. Él es Quien lo ha castigado, no yo. No me culpes a mí”.

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