Tú tienes inteligencia, y la gente de hoy en día,
todos lo proclama porque son orgullosos (diciendo:) “Yo hice esto y yo hice
aquello” Tal inteligencia… Tú hiciste eso, mashaallah. Ni siquiera te diste
cuenta de que eres tan débil que, si no es por Su permiso, no puedes inhalar el
aire. No te diste cuenta de esa parte, porque tú estás tomando ese aire las
veinticuatro horas del día en gaflet (con indiferencia), sí. Tú no estás
recordando a Allah cada vez que estás inhalando aire; no lo estás recordando. Y
sí, tú tomas ese aire de manera limpia y devuelves hacia afuera olor sucio.
Pero esos que han llegado a su estado, inhalan el aire y, cuando lo soplan a un
hombre, le dan cura a sus enfermedades; sí. (Esto) Le sirve justamente a esa
gente que proclaman jumhuriat (república) y a salanikli (quienes traicionaron
al Califato Otomano): esos malvados que vinieron, quienes fueron las
herramientas de Sheytan, juntos para acabar con el Islam.
Ocurrió en el fin de la era del Imperio Otomano y
el comienzo de la nueva jumhuriat. La nueva jumhuriat, la nueva república que
no era más Islam… Los seculares me odian por esto, por eso; muchos que
proclaman religión también me odian por eso. Odien tanto como quieran… (eso) no
les va a llevar a ninguna parte. En la época en que la nueva república apenas
había sido establecida, hubo una reunión en la casa de una persona que una vez
estuvo trabajando para el palacio (Otomano). Y él fue alguien que tuvo alta
autoridad y… a través de ese cambio (luego de la caída del Califato), algunos
cayeron en el lado de esa jumhuriat también; y, mantuvieron sus posiciones
porque les convenía a sus agendas (a quienes usurparon el poder). E iba a
ocurrir una ceremonia de circuncisión en la casa de ese hombre rico. Él tenía
dos hijos y se suponía que iba a haber una ceremonia de circuncisión para uno
de ellos; y él invitó mucha gente, invitó también gente del gobierno: ministros
y otros vinieron. Él fue alguien elevado, respetado. La gente fue a eso y el
nuevo ministro de salud estuvo allí también… por la república de Turquía. El
ministro de salud estuvo allí y ese hombre (el dueño) también tenía un Sheykh
que lo había invitado igualmente; era muy viejo, sentado allí… que vino para
dar bendiciones al muchacho.
Y el dueño de la casa, padre del muchacho, habló al
Sheykh diciéndole: “Oh mi Sheykh, tengo otro hijo dentro de la habitación que
está muy enfermo. Él no es normal, no tiene actividades normales. Es
minusválido, tiene cierta enfermedad que no pudimos encontrarle cura a través
de la medicina, por favor, ¿puedo llevarle a la habitación para que ore por él
y que él pueda así curarse?”. Y él respondió: “Sí mi hijo, nosotros podemos
hacer eso”. Y el ministro de salud esa vez estuvo parado allí escuchando lo que
estaban hablando y (de repente) saltó y dijo: “¡No puede haber tal cosa! Hay
medicina y hay doctores; tú tienes que traer a ese muchacho pues nuestro
imperio estuvo atrasado, ahora tenemos muchos doctores que vinieron de Europa.
Y tienes que traer a ese muchacho para que los doctores lo chequeen. ¡No podría
haber tal cosa de orar y curarse!”
Y ese anciano escuchaba con la cabeza baja cuando
de repente la tornó mirándolo y le dijo: “¡Oh tú, burro, cállate!” En el tiempo
de la Jumhuriat, Salanikli (los traidores de Salónica que tomaron el poder)
estableció lugares en las calles y todas partes donde ahorcaban a todo Imam,
todo Sheykh… ¿Y este Sheykh diciéndole a un ministro: “Oh burro”? (Sheykh
Effendi hace gesto de alguien con mucha rabia) Estaba hirviendo, quería
matarlo, cuando (el anciano) se volvió hacia el hombre (dueño) diciéndole:
“Trae el muchacho aquí, mi hijo”. Y mientras tanto aquel hervía y se preparaba,
por supuesto aguantándose, pues había mucha gente… decía: “Espera a que veas
qué es lo que te voy a hacer a ti ahora”. Ellos tenían el poder en aquella
época por supuesto, poder mundano; tenían sus cuchillos en la mano, que podían
cortar por cualquier lado que quisieran también. Sólo que, algunas veces,
cuando gente de ese tipo (los Awliya’) se levanta, si el mundo entero tiene
cuchillo en la mano no pueden tocar a esos.
Y él estaba sentado esperando; le trajeron el
muchacho donde se encontraba y aquel ministro miraba, iba a ser testigo de lo
que ese “hombre atrasado” haría. Puso la mano encima de él, le recitó algunas
oraciones y comenzó a soplar sobre él. Dijo (entonces): “InshaAllah, él
encontrará cura. Llévenlo a la habitación”. Lo llevaron a la habitación y él se
volvió hacia el ministro… primero le había dicho de una manera muy fuerte, muy
majestuosa: “¡Oh tú, cállate, burro!”, le hizo hervir; y luego se vuelve y le
dice: “Oh mi hijo…” con una voz agradable… “¿Cuál es tu nombre?” (Y respondió):
“Mi nombre es tal” Hmm… Él le dijo: “Para que tú seas un ministro de salud
debes saber algo de la salud; tienes que ser un doctor” (respondió): “Sí,
terminé esta escuela y esta y aquellas otras universidades” (dijo): “Bien, mi
hijo… Tú también sabes que cuando te llamé burro tú te enfureciste, ¿cierto?” y
aquel aun temblaba… (y continuaba diciendo): “Sabes también que en tanto tú te
enfureces tu presión sanguínea ha cambiado y llega hasta arriba completamente,
sientes el calor en la cabeza. La sangre se apresuró arriba y abajo”. (Dijo):
“Cierto”.
“Y si tú tienes estas y aquellas partes de tu
cuerpo enfermas, si tienes un problema de corazón puede que tengas un ataque de
corazón; ¿cierto?” (Dijo): “Sí”. “Si tienes este problema puede que tengas
esto…” (Dijo): “Sí, sí…sí”. “Bien mi hijo. De manera que con una palabra, mi
palabra… diciéndote “burro”, puedo hacer que te enfermes ¿no? Tú te volviste
precisamente una persona enferma, porque toda actividad del cuerpo ha cambiado;
ya no es normal. Incluso ahora no es normal y tú lo ves. Sé sincero contigo
mismo, dite: ¿Estás aún furioso? Tú sabes que eso todavía continúa, yendo de
arriba hacia abajo”. (Dijo): “Sí”. “Bien mi hijo. Así que, para que tú seas el
ministro de salud de este gobierno tienes que haber tenido alguna posición en
el anterior gobierno, en el tiempo otomano; tienes que tener algo de fe y, tú
crees en el libro de Allah”. (Dijo): “Por supuesto”. “Bien. Con una palabra,
con la palabra de un hombre, puedo hacer que te enfermes. ¿Y qué pasaría con la
palabra de Allah? ¿(Acaso) No puede este muchacho curarse con la palabra de
Allah? Cada vez que yo inhalo el aire recuerdo a mi Señor; cada vez que lo
exhalo recuerdo a mi Señor. Y le estoy pidiendo a Él que dé cura a este
muchacho. ¿Crees que esto sea mucho pedir?”.
Sí, ese ministro era sincero; tenía algo de fuerte
linaje de sangre que llegó a él. Y dijo: “Sí, tú tienes razón; tienes razón
cien por ciento. Por favor, perdóname; me voy a ir. Voy a renunciar a este
trabajo de ahora en adelante; no haré más este trabajo. Voy a seguirte a ti,
aprendiendo cosas nuevas de ti solamente”.
-Sheykh Abdul Kerim Effendi-
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