Una vez hubo un rey. Él era
creyente; sin embargo no vivía de acuerdo a su fe. Y si un hombre no vive de la
manera en que cree, de acuerdo a su fe, lentamente comenzará a volverse un
tirano para sí mismo y para todo a su alrededor. Y si se nos diera el poder a
ti o a mí, seríamos iguales. No debemos pensar que somos mejores que todos esos
Faraones y Namruds que vinieron y pasaron. En este momento no tenemos ninguna
clase de poder en nuestras manos; aun así tantos corren sin parar para hacer
tantas cosas incorrectas. Si nosotros tuviésemos ese poder, imagínense qué
podríamos hacer. Si no tenemos una fe fuerte a la que aferrarnos, seremos
peores que ellos.
Por lo tanto, una vez este Rey,
que era creyente, pero que no estaba viviendo de acuerdo a esa fe, iba a
dirigirse a su nación y todos estaban esperando a los costados de los caminos.
El Rey llegaría. Pero el Rey no era como nosotros. Parado de esta forma (el Sheyj abre sus brazos), para que
rápidamente sus sirvientes fueran a ponerle ropas nuevas. Él observaba. “¡No me
gusta esto! Traedme otra cosa. Otra más.” Finalmente estuvo feliz con un par de
prendas de vestir. Puso su corona sobre su cabeza. Sus Seyyis, los jinetes, le
trajeron un caballo. “¡No quiero este caballo! Traed otro. Otro. Otro.”
Finalmente se sintió satisfecho con otro caballo, se sentó sobre él y
lentamente arribo al lugar donde lo aguardaba su nación. Todos observaban. El
Rey llegaba. Desde la muchedumbre se acercó un anciano caminando frente al Rey
y tomó las riendas de su caballo. Dijo al Rey: “He llegado.” Muy a disgusto, el
Rey dijo: “¡¿Quién eres para interponerte y frenar la marcha de mi caballo?! Apártate
de aquí o de otra manera rápidamente daré tu cabeza al verdugo.” Le dijo: “No,
debo decirte algo. Inclínate, tengo que decírtelo al oído.” El Rey miraba
asombrado: “¿Quién eres anciano? ¿Has perdido tu mente? Márchate rápidamente
antes que te sentencie a muerte.” El anciano replicó: “No puedo ir a ningún
lado hasta que me des tu oreja; tengo que decirte algo en privado.” En ese
momento el Rey se dijo a sí mismo “Este hombre no se irá.” Se inclinó diciendo:
“¡Dilo rápido!” El anciano dijo: “He llegado.” “¿Quién eres?”, preguntó el Rey.
“¿Aun no comprendes quién soy?”, replicó el anciano, “Soy Azrail (el Ángel de la Muerte)”. En ese momento el Rey empezó a estremecerse
sobre el caballo diciendo: “Por favor, concédeme el permiso de volver y
prepararme.” “Tiempo cumplido”, dijo el Ángel de la Muerte, “No hay permiso.
Sal de ese cuerpo.” SHHH…el espíritu salió. La multitud observaba. Este anciano
le habló al Rey; luego caminó de vuelta hacia la muchedumbre; desapareció; y el
Rey cayó del caballo y murió. Este Rey, tenía fe, pero lo recordó en el último
minuto, cuando Azrail vino por él. Y empezó a temblar diciendo “Por favor,
concédeme (algo más de tiempo). “No
hay permiso.”
En la nación de aquel Rey había
otro siervo de Allah. Todo lo que hacía era siempre prepararse a sí mismo (para partir de este mundo). Sentado,
rezando, comiendo muy poco, durmiendo muy poco, corriendo muy poco tras este
mundo. Siempre sentado y esperando, preparándose a sí mismo. Entonces, un día
Azrail también llegó por él. Lo miró. Le dijo: “Oh, bienvenido seas.” Azrail le
preguntó: “¿Sabes quién soy?” Le contestó: “Antes de que te movieras de la
Divina Presencia ya sabía que venías.” Agregó: “Siempre estoy con mi Señor. No
puedo esperar a volver con Él.” Dijo el ángel: “Por lo tanto también debes
saber que tu Señor te ha concedido un permiso diciendo: ‘Pregúntale a Mi siervo
si desea algo, un último deseo. Dile que se lo concedo. Lo que él desee.’ Tu
Señor te envía este mensaje. ¿Qué te gustaría hacer? Lo que desees, estoy aquí
para dártelo.” Le dijo: “Estoy preparado para partir, pero como mi Señor
nuevamente me está enviando Su Misericordia, dame permiso para levantarme,
hacer un nuevo wudu y hacer dos rakats de oración. Cuando me encuentre en la
segunda saydah, antes de que me levante, toma mi vida.” Y eso fue lo que hizo.
Fue en saydah, y en ese momento Azrail tomó su vida y partió.
En este momento, en su tumba,
ese siervo permanece así (en postración).
Y aquel Rey, en su tumba, aún se está estremeciendo, desde aquel tiempo
hasta hoy. No te estamos contando un cuento de hadas. Es real. Y los dos, Rey y
siervo, en este momento están en sus tumbas. Ese siervo de Allah está haciendo
la segunda saydah; y cuando se levante de esa segunda postración, tan pronto en
cuanto se siente, se encontrará a sí mismo en el lugar del Juicio, sin saber nunca,
sin entender nunca, que han transcurrido siglos sobre él. Él aún está en
saydah. Mashallah para él. Salió de este mundo preparado. Eso es lo que
significa: debes intentar prepararte para salir de este mundo.
Debemos observarnos a nosotros
mismos. ¿Cómo vamos a partir de esta mundo, y como nos estamos preparando a
nosotros mismos? Tantos con tantos cuestionamientos, con tantas dudas. Abandona
las dudas. Sheytan viene para engañarte. Por tu creencia en Allah, Allah no se
hace más grande. Por tu incredulidad en Allah, Allah no pierde nada. Por
nuestra creencia somos triunfadores. Por nuestra incredulidad somos perdedores.
Debemos vivir de acuerdo a la fe en que creemos. En ese momento la misericordia
nos alcanzará, insha’Allah ar-Rahman.
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